Página de información del Sindicato de Oficios Varios de Toledo de la Confederación Nacional del Trabajo, adherida a la Asociación Internacional de los Trabajadores.

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sábado, 15 de marzo de 2014

Espontaneidad y conciencia. Eliseo Reclus


Abrimos esta nueva sección de obras clásicas del anarquismo. En ella iremos añadiendo trozos de obras libertarias. Muchas de ellas las podeis seguir leyendo en la biblioteca del SOV Toledo, ubicada en nuestro local.
 

“No es suficiente gritar: ¡Revolución! ¡Revolución! para que inmediatamente sigamos detrás de cualquiera que tenga interés en arrastrarnos. Es natural, sin duda, que el ignorante obedezca a su instinto: el toro enloquecido se precipita sobre un trapo rojo, y el pueblo, siempre oprimido, se lanza contra cualquiera que se le designe como causante de su desgracia. Una revolución cualquiera es siempre buena cuando se produce contra un amo o contra un régimen; pero si de ella ha de surgir un nuevo despotismo, es cosa de preguntarse si no resulta preferible dirigida de otro modo. El momento de no emplear en estas luchas sino fuerzas conscientes, ha llegado ya; los evolucionistas, con perfecto conocimiento de lo que quieren realizar en la próxima  revolución, no se entretendrán en la inicua tarea de sublevar a los descontentos y lanzarlos a una lucha sin finalidad, sin brújula.
Puede decirse que hasta nuestros días* ninguna revolución ha sido razonada, y por esta causa  ninguna tampoco ha completado el triunfo. Todos los grandes movimientos fueron, sin excepción, actos casi inconscientes de la multitud, movida por su instinto o arrastrada por interesados, y las ventajas obtenidas no han sido de verdad más que para los directores del movimiento.
Por eso toda revolución tuvo su día siguiente. La víspera se empujaba al pueblo al combate; al día siguiente se le exhortaba a la prudencia; la víspera se le decía que la insurrección es el más sagrado de los deberes, y al día siguiente se le predicaba que el rey es la mejor de las Repúblicas o que el mayor de los heroísmos consistía en pasar tres meses de hambre en beneficio de la sociedad, o bien aún, que ningún arma puede reemplazar a la papeleta electoral. De revolución en revolución, el curso de la historia parece el de un río contenido cada tanto por obstáculos. Cada gobierno, cada partido vencedor, ensaya a su turno dirigir la corriente a derecha o izquierda para llevarla a su campo o a sus molinos. La esperanza de los reaccionarios es que siempre será así y que el pueblo, como rebaño, se dejará eternamente desviar de su verdadero camino, empujado por soldados hábiles o por abogados charlatanes.
(…)
El período de puro instinto, no tiene razón de ser en nuestros días. Las revoluciones no se harán ya al azar, porque las evoluciones son cada día más conscientes y reflexionadas. En todos los tiempos el animal o el niño gritaron cuando se les ultrajó y contestaron con gestos o con golpes; la sensitiva misma cierra sus hojas cuando un movimiento la ofende; pero la lucha metódica y precisa contra la opresión está muy lejos de esas rebeldías espontáneas. Los pueblos veían en otros tiempos cómo los acontecimientos iban sucediéndose y no se preguntaban a qué orden superior obedecían; luego aprendieron a conocer el encadenamiento de los sucesos y a estudiarlos con inexorable lógica, empezando a saber que es necesario trazarse una línea de conducta para conquistarse a sí mismos. La ciencia social, que señala las causas de la esclavitud y al mismo tiempo los  medios de emancipación, se va desprendiendo del caos de opiniones en litigio.
El primer hecho demostrado por esta ciencia es que ninguna revolución puede realizarse sin una evolución anterior.
Para luchar es preciso saber. No es suficiente lanzarse furiosamente a la batalla como los cimbros o los teutones, mugiendo bajo la adarga o con un cuerno de auroch; ha llegado la hora de prever, de calcular las peripecias de la lucha y preparar científicamente la victoria que nos traerá la paz social. La condición principal para asegurar el triunfo es deshacernos de nuestra ignorancia. Hemos de conocer todos los prejuicios que se hayan de destruir, todos los elementos hostiles y obstáculos que se opongan a nuestro paso y además no desconocer ninguno de los recursos de que podamos disponer, ninguno de los aliados que la evolución histórica nos proporcione.”

*La obra se redactó alrededor de1880.

Extraido de: JJLL Valencia

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