Todos estamos asistiendo en las últimas semanas a una nueva remesa de una de las luchas obreras más históricas de nuestro país, la lucha minera. No es la primera, y probablemente tampoco será la última de este ámbito, ya que el sector de la minería, aunque en recesión, aún tiene mucho que decir.
Sin embargo, a pesar de caracterizarse por unos enfrentamientos algo más cruentos de lo que estamos habitualmente acostumbrados, no está siendo retransmitida en los medios de comunicación con la honestidad que se merece. Tampoco se trata de algo que deba sorprendernos, muy ilusos son quienes aún piensen que se trata de unos medios neutrales que buscan la veracidad de la información, como ellos mismos tratan de auto-caracterizarse.
Los mass-media están al servicio del capital y de quienes gobiernan el país, es decir, quienes les pagan y financian no son otros que quienes mueven los hilos de la política y la economía, empresarios y políticos. Es importante plantearse antes de leer el periódico o ver el telediario si realmente esas noticias buscan la verdad, o en cambio, tratan de encauzar en la medida de lo posible el pensamiento de la sociedad hacia sus intereses. ¿Y cuáles son los intereses del estado y del capital, políticos y empresarios, en estos momentos de crisis económico-financiera? Probablemente su prioridad, aunque no sea mostrada de manera abierta pero sí sutil, sea el “aborregamiento” de la población, dándole opio al pueblo para que no se revele y sea consciente de que la fuerza está en sus manos, que la riqueza y la producción la llevan a cabo quienes trabajan, es decir, los trabajadores, mientras que políticos y empresarios solamente gustan del lucro del trabajo ajeno.
Fútbol, Gran Hermano... se nos trasmiten todo tipo de distracciones para nuestro tiempo libre mientras a pocos kilómetros de nuestras casas se están produciendo auténticas batallas campales entre mineros y policía, como si hubiéramos retrocedido 70 años y estuviéramos en los tiempos del maquis. Pero apenas sale en los telediarios y los periódicos. Sin embargo, está ocurriendo y es noticia.
Hasta hace no tanto tiempo, y aún ahora, el espíritu de la lucha obrera sigue vivo. No debemos olvidar que los derechos que han disfrutado los trabajadores hasta hace pocos años (aunque tristemente estén en retroceso) se han conseguido con el sudor y sangre de nuestros abuelos. La jornada de 8 horas y los dos días de descanso semanal no fueron otorgados por la bondad de ningún patrón, sino por las exigencias de los trabajadores en luchas que por supuesto fueron violentas.
Por estas mismas razones, la lucha que están manteniendo los mineros asturianos y leoneses merece todos nuestros respetos, a pesar de las críticas que puedan hacerse a los fines de la misma. Se trata de una lucha de trabajadores por mantener sus puestos de trabajo, el futuro de sus familias y de su tierra, porque en las cuencas mineras no hay otra cosa después la minería, como ellos dicen. Una lucha de base, de quienes trabajan, y en la calle, no una negociación de líderes sindicales en los despachos de la patronal. El pulso que están manteniendo los mineros al gobierno y a su brazo armando, la policía y la guardia civil, es ejemplarizante en cuanto a las formas. Se trata de una defensa legítima de su futuro, frente a un decreto que no ha tenido en cuenta ese mismo futuro. Por ello, no debe confundirse con el uso de la violencia de manera gratuita, sino como defensa frente a una agresión. Si ellos nos tratan con violencia nosotros haremos lo propio. Miseria, desahucios, sueldos de mierda, horas extra, accidentes laborales, recortes y privatizaciones, eso sí es violencia.
Los mineros cuentan con una afiliación sindical del 90% o más, y muchas de sus luchas se han caracterizado por el enfrentamiento directo. El SOMA (Sindicato de Obreros Mineros de Asturias) pertenece a los sindicatos mayoritarios aunque siempre se han considerado “disidentes sindicales”, es decir, su trayectoria no ha seguido los cauces ordinarios sino que de una u otra manera han decidido sus luchas de manera horizontal. En este caso, a pesar de la presencia de dichos sindicatos mayoritarios, no parece que los cortes de carreteras sean pactados, como ha ocurrido en otros enfrentamientos mineros. En este caso no parece que los sindicatos lleven la voz cantante, sino que son los trabajadores, aunque afiliados a los sindicatos “vende-obreros”, quienes luchan por su futuro laboral, como la lógica dicta que sea.
Por otra parte, se percibe en los medios de información alternativa que el pulso mantenido hasta el momento con el gobierno es relativamente equilibrado, incluso en alguna ocasión han sido los policías quienes se han “tenido que retirar”. ¿Puede ser esto posible? ¿Es que los mineros han bebido de la marmita? Quizá el planteamiento más lógico sea que el gobierno no quiere fomentar un enfrentamiento drástico, sino probablemente jugar al desgaste, de manera que no se perciba demasiado la violencia policial, cada vez más en boca de todo el mundo.
Por tanto, de la misma manera que podemos decir que el espíritu y las formas de la lucha existente es muy positiva, también podemos decir que los objetivos que se persiguen con ella no son tan admirables como parece. Existen algunos aspectos que es necesario analizar antes de apoyar la lucha con los ojos cerrados.
A fin de cuentas, el conflicto ha surgido porque se han reducido sustancialmente las subvenciones para la minería en los presupuestos del estado, pactados hasta el año 2018. En dichas subvenciones, una parte muy importante del presupuesto está destinado a la reconversión del sector, es decir, para teóricamente crear nuevos sectores productivos en las zonas mineras que puedan sustituir paulatinamente a la minería y existan oportunidades en esas regiones. Este tipo de subvenciones llevan muchos años existiendo, por lo que ya desde hace muchos años se tenía previsto ir desmantelando el sector poco a poco. El gran problema que surge ahora es que esos fondos para la reconversión no se han empleado en reconvertir nada, ni se emplearán por más que continúen, por un problema de raíz. Actualmente los mineros están luchando por prorrogar unos fondos que ellos no reciben más que en concepto de salario y que van directos a los empresarios mineros, no al sector de la minería y sus trabajadores, quienes creemos que son los que habrían debido crear nuevas alternativas económicas con dichos fondos. Todas las subvenciones recibidas han servido para mantener el sector, sí, para renovar la maquinaria, también, pero no han creado futuro en las regiones. En todo caso se han convertido en becas de estudios para los hijos de los mineros, carreteras, universidades y polideportivos.
No parece por tanto que mantener las subvenciones sea una solución al problema, además del hecho de que éstas están previstas solamente hasta el año 2018. En el caso de que los mineros ganaran el pulso, ¿qué pasará después del 2018 con las comarcas mineras? La gente de allí tendrá que emigrar, tal y como estamos viendo en aquellos lugares donde se desmantelaron ya las minas. A pesar de las potencialidades del territorio, no quedará nada. A pesar de las luchas, el futuro de la gente de las cuencas está tan negro como el carbón.
En base a esto, quizá la solución pase por exigir al gobierno y a los empresarios mineros que la riqueza generada por el sector de la minería se use en la reconversión real hacia otros sectores, de la mano de la gente que vive en esas tierras. Los grandes empresarios del carbón nacional seguirán teniendo sus privilegios cuando la minería desaparezca, en cambio, la gente que habita esas tierras tendrá que marcharse. Este hecho es intolerable y toda la riqueza generada es propiedad de los trabajadores, quienes ahora tienen la responsabilidad de exigir tomarla como propia para crear oportunidades al margen del carbón. No queremos empresarios que se alagan a si mismos por pagar a sus trabajadores en los periodos de huelga, ni se necesitan hijos de mineros universitarios que tengan que marchar a otros lugares para trabajar, sino futuro en los pueblos mineros.
Otra alternativa que plantea el conflicto es exigir al gobierno y a las empresas eléctricas el uso del carbón nacional. Otro porcentaje de las subvenciones a la minería que antes comentábamos, y el argumento de quienes quieren desmantelarlas de un plumazo, es que el carbón nacional no es rentable. Actualmente y desde hace ya unos cuantos años el sector minero en España necesita ayudas para sostenerse, porque se vende a las empresas eléctricas más barato de lo que cuesta. Esto ocurre porque el carbón español está compitiendo con el carbón extranjero, producido en países como China, donde se vende mucho más barato. El libre mercado hace que sea mucho más rentable traer carbón del otro lado del mundo que consumirlo de tierras cercanas. ¿Y por qué es más barato? Por cuestiones tan simples como que las condiciones laborales son mucho más precarias y los sueldos más bajos. Y todo esto a pesar de los costes del transporte, que bajo un planteamiento lógico encarecerían los precios.
En resumen, nuestro país está en crisis y el gobierno anda de recortes, por lo que no merece la pena mantener a las empresas mineras españolas, ya que por sí solas no son un negocio rentable. Mientras tanto, las empresas eléctricas seguirán consumiendo carbón, aunque extranjero, producido en minas donde la gente se está envenenando por unos sueldos de mierda y unas condiciones lamentables. Mientras este aberrante e incomprensible hecho marca el futuro de los países y de sus gentes, nosotros deberíamos pararnos a pensar en que si no empezamos a guiarnos por la coherencia, los problemas mundiales no pueden más que empeorar.
Es posible que debamos empezar a plantearnos que el mundo del libre comercio no tiene sentido, sobretodo si en este comercio “vale todo”. La responsabilidad social no puede permitir consumir una energía que se haya producido a miles de kilómetros en condiciones de semi-esclavitud, por lo que es responsabilidad de todos apostar por un consumo energético local, asumiendo los costes reales de su producción.
El desmesurado y creciente consumo energético actual carece de lógica en un mundo donde los recursos son finitos. El crecimiento por el que apuestan los estados como única alternativa a la crisis está sentenciado de muerte ya que los recursos con los que cuenta el planeta son limitados y accesibles solo para unos pocos. Los países desarrollados deben asumir la responsabilidad de su consumo real y dejar de una vez de vivir a costa de los países pobres, de los costes baratos de producción que allí se dan, a costa de la vida de los trabajadores y la salud ambiental de sus tierras. Por ello, si decidimos consumir carbón porque nuestro consumo energético así lo requiere, que al menos sea producido localmente, para asumir el coste real de su producción y el impacto ambiental que este produce. Solamente en este caso puede que empecemos a plantearnos que un consumo tan desmesurado no solo no es necesario, sino que es perjudicial y nocivo.
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