Siempre la misma historia: unos “meten la pata” y los otros
empujan para que lleguen hasta el fondo. Sin duda nos alegramos de estos
espectáculos tan bochornosos, al menos con estas se les cae un poco la
careta y muestran su rostro más nauseabundo. Cuando decimos “meten la
pata” no nos referimos a sus fraudes no, eso ya lo damos por sentado (no
solo del partido que gobierna, sino de todos aquellos que puedan
llevarse algo más al bolsillo). Nos referimos a que se les descubra.
Una vez descubierto el pastelazo empieza el espectáculo: El
presidente no da la cara, responde vagamente, otros lo niegan
rotundamente, titubean, se ponen nerviosos...; la oposición -el PSOE-,
como no, hace su papel: «si el PP quiere ser transparente tiene que ser
como nosotros, que respondan a la prensa como nosotros, que colaboren
con la Justicia como nosotros». Está claro, unos intentan defenderse,
los otros tratan de ganarse a la clientela. Tras esto empieza el clásico
cruce de acusaciones, que podemos reducir en el “yo robo, pero... tú
también”.
Realmente, rechazamos la clasificación de los partidos en corruptos y no-corruptos.
La desechamos porque aceptamos la definición de “corrupto” como aquello
“Dañado, perverso, torcido”, y esto es algo connatural al hecho de
gobernar. El sometimiento degrada, por lo tanto una sociedad sometida o
gobernada está necesariamente dañada, perversa y torcida. Está torcida
porque sus asuntos no están en sus manos, sino en manos ajenas a la
sociedad. Todo partido pretende gobernar, por lo que son organizaciones
corruptas, en cuanto corrompen a la sociedad: nos condenan a sus
caprichos y a su ceguera. Decir partido político corrupto no es sino una
tautología.
De hecho, podríamos decir que no hay peor corrupción que la legítima,
legal o permitida. Que se excedan de la misma legalidad que ellos han
marcado y que les beneficia siempre -veremos como ninguno va a la
cárcel-, no los convierte en corruptos -esto ya lo son en esencia-, en
todo caso solo lo acentúa un poco más. Decimos un poco, sí, porque ya
son suficientemente inaguantables los atropellos a los que nos someten
día a día y el beneficio que sacan ellos mismos y sus amos (banca y
patronal).
Nosotros, los anarquistas, no necesitamos casos Gürtel ni casos Bárcenas, ni necesitamos ver los ERE's de la Junta de Andalucía
para darnos cuenta de que los políticos son una lacra. Nunca confiamos
en esas ratas, jamás hemos pedido el voto de nadie, nosotros no queremos
gobernar ni llegar a ningún poder.
Nosotros pretendemos acabar con el
poder, y con ello, acabar con toda corrupción y toda violencia.
Ya está bien de aguantar y poner la otra mejilla. No esperamos que
nadie nos salve, solo nos salvaremos nosotros mismos mediante la lucha y
la autoorganización, dejando fuera toda estructura de poder que otorgue
privilegio alguno. Que no desvíen tu atención, el problema no es la
corrupción, el problema es que decidan por tí.
Siempre “ha sido demasiado”
¿Hasta cuando vamos a esperar?
La peor corrupción: la legal y consentida
Por la autoorganización de nuestras vidas
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