La industria farmacéutica, encargada de la producción y
comercialización de medicamentos, es uno de los sectores económicos más
importantes del mundo. El mercado farmacéutico supera las ganancias por
ventas de armas o las telecomunicaciones.
El mercado farmacéutico
está dominado por grandes empresas de los países industrializados, a
pesar de los avances de algunas naciones en desarrollo y acapara una
gran parte del mercado mundial gracias al control de la innovación y el
desarrollo. El sector farmacéutico se encuentra en continuo crecimiento y
se caracteriza por una competencia oligopólica en la que 25 empresas
controlan cerca del 50% del mercado mundial. La capacidad competitiva se
basa en la investigación y desarrollo (I +D), en la apropiación de
las ganancias mediante el sistema de patentes y en el control de las
cadenas de comercialización de los medicamentos.
La globalización
le ha permitido maximizar sus beneficios ya que compran las materias
primas en los países donde son más baratas (países en vías de
desarrollo), instalan sus fábricas en donde las condiciones laborales
son más ventajosas y venden sus productos fundamentalmente en los países
donde la población tiene mayor poder adquisitivo y los servicios de
salud están más desarrollados.
Entre las principales estrategias
utilizadas hoy por la industria farmacéutica para obtener sus ganancias
mil millonarias cabría destacar:
1. Realizan una gran presión
propagandística de los medicamentos que fabrican, aunque no sean útiles y
puedan ser nocivos para la salud.
2. Explotan al máximo los
medicamentos en forma de monopolio y en condiciones abusivas que no
tienen en cuenta las necesidades objetivas de los enfermos ni su
capacidad adquisitiva
3. Reducen la investigación de las
enfermedades que afectan principalmente a los países pobres, porque no
son rentables, mientras se concentran en los problemas de las
poblaciones con un alto poder adquisitivo, aun cuando no se trate de
enfermedades (como la proliferación de “medicamentos”
antienvejecimiento)
4. Fuerzan las legislaciones nacionales e
internacionales para favorecer sus intereses, aunque sea a costa de la
salud y la vida de millones de personas.
Son muchas las
estrategias de la industria farmacéutica para alcanzar e incrementar sus
ganancias y mantener sus enormes beneficios (a expensas de los
servicios sanitarios públicos), se puede destacar el que recurren en
muchos casos a colocar en puestos políticos y gubernamentales a
personas afines a sus intereses o a directivos de sus empresas.
La industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio. La
globalización ha permitido extender su poder, por el que deciden qué
enfermedades y qué enfermos merecen cura, y dónde.
Por otra
parte, el gasto farmacéutico es muy elevado y en gran parte escondido,
ya que los datos sobre gasto farmacéutico hospitalario permanecen
ocultos y solo se conocen públicamente con muchos años de demora.
Los grandes beneficios de esta industria se complementan con la
desatención de aquellos medicamentos que aun siendo efectivos tienen una
baja rentabilidad (recientemente se ha denunciado que en España hay
desabastecimiento de 170 medicamentos cuyo suministro no se asegura por
las farmacéuticas porque tienen muy bajos precios y/o porque han
desarrollado alguna alternativa de eficacia similar pero de mayor
precio), lo que evidencia, una vez más que las farmacéuticas solo se
preocupan por sus extraordinarios beneficios y no por la salud de la
población.
Otra cuestión son los copagos, que establecen una
barrera en el acceso que no se hace en relación con la utilidad de los
medicamentos sino con el poder adquisitivo de las personas, así disuaden
a los más enfermos y a los más pobres, reduciendo tanto la utilización
inapropiada como la necesaria para el mantenimiento de la salud.
Lógicamente la industria los aplaude porque así evita que las
intervenciones se hagan sobre sus negocios.
Hay que plantarle
cara a la industria farmacéutica y anteponer la salud y la vida a los
desproporcionados beneficios empresariales.
En una sociedad
basada en el neoliberalismo económico, en el capitalismo salvaje como
motor de las relaciones comerciales, políticas y sociales; el ejemplo de
la mafia farmacéutica es sólo uno de las muchas referencias de
corrupción y crimen organizado al que nos vemos expuestos. Todo este
caos, todas estas desigualdades e injusticias no deben representar una
sorpresa, sino que evidencian claramente el producto de este sistema de
dominación. Y a la vez, deben ser punto de partida hacia una decidida
reflexión por parte de cualquier persona capaz de ver con honestidad la
realidad.
Ante este más que demostrado fracaso sanitario, social,
económico, moral, ecológico, etc. La Autogestión de los sectores
públicos y los medios de producción son el único camino a seguir.
Mediante el descubrimiento y la exploración de dinámicas de
funcionamientos específicos para los cuales la clase trabajadora ha
podido acumular experiencia que permita, como mínimo, desechar los
viejos e inútiles valores y fórmulas, junto a las estructuras de la
socialdemocracia y su sistema económico que tan contraproducentes nos
han resultado en todos estos sentidos.
¡Abajo la Mafia del Estado y el Capital!
CNT-AIT Toledo.
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