El 8 de Marzo se ha consolidado institucionalmente como el día de la mujer trabajadora. Es evidente que la situación laboral de la mujer, desde hace más de cincuenta años, era diferente a la del hombre; esto es, la mujer apenas tenía cabida en el mercado laboral. Es cierto que han existido un gran número de luchas que han llevado a facilitar el acceso a la mujer al trabajo, pero también es cierto que ha habido una exigencia por parte del capital para que esto fuera así: hasta el último cuarto del siglo XX, aproximadamente, una familia podía subsistir con un solo salario, el del hombre; ahora, prácticamente esto es imposible, las causas de esta situación podrían dar para otro artículo: carestía de la vida, aumento del consumo. La “igualdad” se ha constituido para el capital como una forma más de exprimir a los individuos; no hay duda de que el Sistema ha pretendido utilizar la figura de la mujer para lavarse la cara y para obtener una mayor eficacia, y el ejemplo más claro lo tenemos en la hipocresía de la incorporación de la mujer a los cuerpos represivos.
No vamos a caer en la falsedad de que la situación laboral entre hombres y mujeres es siempre igual; por norma general el paro femenino es mayor que el masculino, los salarios son más bajos para ellas y a los trabajos más propios, históricamente, de la mujer son unos de los que más afectan la precariedad, por ejemplo con el servicio doméstico. Pero tampoco vamos a caer en el error de generalizar y decir que la situación de la mujer es siempre peor que la del hombre y legitimar por tanto las luchas específicas feministas. Que ese tipo de afirmaciones sean firmadas por mujeres supone un victimismo, que lo sea por hombres un paternalismo caritativo.
Sí es cierto que muchas de las mujeres sufren mayor explotación, y no sólo laboral: doble empleo, el realizado por cuenta ajena y el doméstico; explotación sexual, desde las violaciones hasta la “cosificación” (convertir a las mujeres en meros objetos de consumo); mayores cifras de violencia doméstica… Pero la mayor parte de los problemas de las mujeres, por no decir todos, no les son específicos por el hecho de serlo si no por el asumir un rol inherente al capitalismo. Las diferentes manifestaciones autoritarias no son congénitas a las mujeres, sino que lo son a todos los individuos del planeta. En el caso de las mujeres se le llama machismo; pero cuando un hombre es asesinado por su pareja, cuando es reducido a una marca de colonia, o cuando es explotado durante diez horas al día, no hablamos de feminismo, porque éste siempre tiene connotaciones positivas, sino de opresión capitalista.
El hecho opresor de las mujeres no es el sexo contrario, sino el sistema capitalista-jerárquico, que en muchas ocasiones, pero no siempre, toma forma, se personifica, a través de hombres. Es decir, la opresión hacia las mujeres, y los hombres, no deviene por su condición sexual, sino por la actitud que se muestra. Hemos visto mujeres defender sus derechos laborales con más coraje que muchos hombres, hemos visto también a mujeres con mejores condiciones laborales que muchos hombres y hemos visto mujeres desarrollar su vida con total normalidad, entendiendo ésta dentro de las contradicciones del capitalismo; esto es, igual de mal que un hombre. Hemos visto el desarrollo de relaciones de igualdad entre los dos géneros, dentro del Movimiento Libertario. Esto es, entendemos que la opresión sexual se da sólo en los sistemas jerárquicos, y la lucha contra ellos no debe darse desde un solo género sino desde la unión fraternal entre todos los individuos conscientes, porque son todos ellos los sufridores de la opresión jerárquica.
No creemos en las tendencias de los movimientos reivindicativos que pretenden la fragmentación de la clase trabajadora, iniciativas como el “mayday” o el resurgir de la lucha feminista. No creemos que el pretender dividir a la clase entre “los explotados” y “los aún más explotados” sea positivo, porque esto sólo parece encaminar a terminar dando por bueno estar en el “privilegiado” grupo de los explotados. Desde nuestro punto de vista, el hecho de recibir un salario mayor o menor, trabajar unas pocas horas más o menos, queda siempre relegado a un segundo plano en comparación con el hecho de la explotación laboral. Es decir, no defendemos un capitalismo “suave”, porque el hecho capitalista es de por sí siempre salvaje. La explotación es la peor de las situaciones del ser humano y es ese hecho el que nos une como clase, indiferentemente de nuestra condición sexual o social: inmigrante, joven, mujer u hombre.
No vamos a permitir que estas tendencias tomen fuerza, porque nuestros enemigos no son los trabajadores que cobran un poco más que nosotros y a los que pretenderíamos desbancar, nuestro enemigo no es el sexo contrario, nuestro enemigo es la clase opresora, independientemente también de su género. No vamos a permitir la parcelación de la clase porque eso supondría permitir al capitalismo utilizar la técnica del divide y vencerás.
Unión, Acción y Autogestión.
Salud, Organización y Revolución Social Anarquista.
No vamos a caer en la falsedad de que la situación laboral entre hombres y mujeres es siempre igual; por norma general el paro femenino es mayor que el masculino, los salarios son más bajos para ellas y a los trabajos más propios, históricamente, de la mujer son unos de los que más afectan la precariedad, por ejemplo con el servicio doméstico. Pero tampoco vamos a caer en el error de generalizar y decir que la situación de la mujer es siempre peor que la del hombre y legitimar por tanto las luchas específicas feministas. Que ese tipo de afirmaciones sean firmadas por mujeres supone un victimismo, que lo sea por hombres un paternalismo caritativo.
Sí es cierto que muchas de las mujeres sufren mayor explotación, y no sólo laboral: doble empleo, el realizado por cuenta ajena y el doméstico; explotación sexual, desde las violaciones hasta la “cosificación” (convertir a las mujeres en meros objetos de consumo); mayores cifras de violencia doméstica… Pero la mayor parte de los problemas de las mujeres, por no decir todos, no les son específicos por el hecho de serlo si no por el asumir un rol inherente al capitalismo. Las diferentes manifestaciones autoritarias no son congénitas a las mujeres, sino que lo son a todos los individuos del planeta. En el caso de las mujeres se le llama machismo; pero cuando un hombre es asesinado por su pareja, cuando es reducido a una marca de colonia, o cuando es explotado durante diez horas al día, no hablamos de feminismo, porque éste siempre tiene connotaciones positivas, sino de opresión capitalista.
El hecho opresor de las mujeres no es el sexo contrario, sino el sistema capitalista-jerárquico, que en muchas ocasiones, pero no siempre, toma forma, se personifica, a través de hombres. Es decir, la opresión hacia las mujeres, y los hombres, no deviene por su condición sexual, sino por la actitud que se muestra. Hemos visto mujeres defender sus derechos laborales con más coraje que muchos hombres, hemos visto también a mujeres con mejores condiciones laborales que muchos hombres y hemos visto mujeres desarrollar su vida con total normalidad, entendiendo ésta dentro de las contradicciones del capitalismo; esto es, igual de mal que un hombre. Hemos visto el desarrollo de relaciones de igualdad entre los dos géneros, dentro del Movimiento Libertario. Esto es, entendemos que la opresión sexual se da sólo en los sistemas jerárquicos, y la lucha contra ellos no debe darse desde un solo género sino desde la unión fraternal entre todos los individuos conscientes, porque son todos ellos los sufridores de la opresión jerárquica.
No creemos en las tendencias de los movimientos reivindicativos que pretenden la fragmentación de la clase trabajadora, iniciativas como el “mayday” o el resurgir de la lucha feminista. No creemos que el pretender dividir a la clase entre “los explotados” y “los aún más explotados” sea positivo, porque esto sólo parece encaminar a terminar dando por bueno estar en el “privilegiado” grupo de los explotados. Desde nuestro punto de vista, el hecho de recibir un salario mayor o menor, trabajar unas pocas horas más o menos, queda siempre relegado a un segundo plano en comparación con el hecho de la explotación laboral. Es decir, no defendemos un capitalismo “suave”, porque el hecho capitalista es de por sí siempre salvaje. La explotación es la peor de las situaciones del ser humano y es ese hecho el que nos une como clase, indiferentemente de nuestra condición sexual o social: inmigrante, joven, mujer u hombre.
No vamos a permitir que estas tendencias tomen fuerza, porque nuestros enemigos no son los trabajadores que cobran un poco más que nosotros y a los que pretenderíamos desbancar, nuestro enemigo no es el sexo contrario, nuestro enemigo es la clase opresora, independientemente también de su género. No vamos a permitir la parcelación de la clase porque eso supondría permitir al capitalismo utilizar la técnica del divide y vencerás.
Unión, Acción y Autogestión.
Salud, Organización y Revolución Social Anarquista.
* En CNT no recibimos subvenciones ni las queremos, no participamos en comités de empresa, no tenemos liberad@s, no hay jerarquías ni trepas. Practicamos la Acción Directa, es decir, que no se delega en nadie la solución de nuestros conflictos, somos los propios trabajadores los que llevamos a cabo la acción sindical, y no profesionales del “sindicalismo”. Las decisiones se toman en asamblea, la asamblea somos tod@s.
1 comentario:
Hola compas, soy Tania. Totalmente de acuerdo con este artículo. Un besote.
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