En palabras de su propia hija Sacha, su padre guardó un sorprendente silencio en sus últimos tres años debido, tanto a considerar inevitable una evolución de los hechos revolucionarios ajena a toda dirección humana, como a la difícil aprobación de las medidas que se estaban implantando en Rusia, pero también al temor de que los enemigos del progreso pudieran instrumentalizar las críticas. No obstante, existe numeroso material de Kropotkin, en su mayoría cartas dirigidas a los dirigentes bolcheviques, como el propio Lenin, en la que se critican diversos actos del gobierno y excesos que abren el camino a la reacción. Nada de ello fue publicado en su momento al estar a prensa controlada por el gobierno; la editorial anarquista dirigida por el grupo Golos Truda (La voz del trabajo), en la que el propio Kropotkin no quiso publicar sus críticas temiendo que fuera cerrada y sus miembros encarcelados, sería clausurada finalmente en 1921 bajo orden gubernamental, tras la muerte del viejo anarquista ruso y a pesar de las promesas en sentido contrario; casi todo su material sería destruido (se había encargado de publicar prácticamente todas las obras de Kropotkin). En la notas que publicó su hija tras su muerte, puede leerse que Kropotkin consideraba aquella Revolución, no como la suma de todos los esfuerzos individuales, sino como una especie de fenómeno natural, determinado por numerosas causas previas, que acabará renovando o destruyendo (o ambas cosas a la vez). Por ello, el propio Kropotkin se veía impotente ante este fenómeno que tomaba falsas directrices y una orientación nefasta, al igual que muchos otros hombres. Forzado a un ostracismo en sus últimos años, solo pudo ver como se entronizaba brutalmente el autoritarismo y se exterminaba toda militancia anarquista.
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Funeral de Kropotkin, al que acudieron numerosos anarquistas encarcelados por el régimen bolchevique. |
La obra de Kropotkin es, indudablemente, de gran valor. Títulos como La conquista del pan o Campos, fábricas y talleres merecen ser publicadas, releídas y revitalizadas. No obstante, existen muchos aspectos de las mismas que hay que contextualizar en su momento (como, por otra parte, hay que realizar con cualquier autor) y, al mismo tiempo, observar los enormes cambios que se han producido desde entonces en tantos aspectos de la sociedad, la política y la economía. El anarquismo, y puede que no todo el mundo esté de acuerdo en esto, no es determinista en ningún aspecto, ni posee una confianza exacerbada en el progreso ni en una supuesta naturaleza benévola del ser humano. Lo valioso del pensamiento y la obra de Kropotkin son sus valores, plenamente reivindicables en un mundo que, a pesar de sus cambios, sigue teniendo los mismos problemas para los que los viejos anarquistas buscaban soluciones.
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